jueves, 3 de octubre de 2013

LO QUE OCULTAMOS A TRAVÉS NUESTRA ESCRITURA | Encarna Pino [grafología]

Es un acto inconsciente, pero a medida que vamos escribiendo van surgiendo toda una serie de signos que revelan aquellas cosas que ocultamos.

Algunos de esos signos se llaman en Grafopsicología, “Gestos-tipo”; pero hay a lo largo de un manuscrito muchos otros rasgos que indican ocultamiento de alguna parte de nuestra personalidad que no queremos revelar.

El “rizo de la independencia” se identifica en la letra “p”, es el trazo vertical que inicia la letra a modo de antena; contra más sobrealzado más altivez, exigencia e independencia se posee.

El rasgo negativo no está en el hecho de ser independiente, algo muy loable por otra parte, y a lo que aspira el ser humano sin dejar por ello de ser  también un ser social. Se trata más bien de una independencia que raya en lo impositivo, de aquel que no solo tiene dificultades para recibir órdenes sino que también necesita darlas; verse rodeado de personas que cumplen sus exigencias.

Es muy típico de aquellos empleados que han pasado a ser jefes en muy poco tiempo.

El “rizo de la mitomanía” (submodalidad: rizo del subjetivismo), lo determina un trazo final en las palabras, que puede ser corto pero en cualquier caso añadido y que parte de la zona superior de la letra estirándose hacía arriba y también puede dirigirse recto a la derecha. Imaginemos una “o” final de palabra a la que se agrega una especie de acento pegado a esa letra y que parte de ella hacia el exterior (la “o” con rabito). Es un rasgo que identifica al mitómano lleno de subjetivismo, muy rígido en su fantasía, con contaminación mental e ideas preconcebidas y fijación de éstas.

El “rizo de la vanidad” se observa en algunas iniciales y mayúsculas, en su altura desorbitada y exagerada respecto al resto de la escritura y muy concretamente de otras letras de esa palabra. En este rasgo se oculta la necesidad de ser admirado por los demás, potenciándose el narcisismo y la vanidad.

El “rizo del ocultamiento” está patente en la escritura a través de los trazos finales de palabra que son proyectados por debajo de la última letra escrita, regresando hacía la izquierda. Sobretodo puede observarse en las “s” finales. Hace referencia a la dignidad personal, al orgullo, al reconocimiento del Yo, del Soy. Lo que intenta disimularse aquí es el exceso de orgullo y la falta de capacidad para la confrontación; se prefiere esconder lo que se piensa para protegerse de represalias donde su orgullo podría quedar dañado.

En las jambas (parte inferior de las letras: f, g, j, y, ), las hampas (parte superior de las letras: b, d, h, t), en óvalos, barras de “t” y signos de puntuación, también se observan rasgos que identifican características personales tales como la agresividad y la forma de expresarla, o la tozudez y el orgullo desmedido; la timidez, la desidia, la rigidez y las obsesiones.

Por ejemplo, las jambas y hampas exageradamente largas que violan su propio espacio están informando de confusión en la persona; podemos entender lo que dice pero al final no sabremos cuál es la idea que ha querido expresar.

El movimiento que se caracteriza por un aumento progresivo de la presión deteniéndose  en seco en el último momento (la maza) formando un trazo grueso al final de la palabra, casi de punta cuadrada; nos está informando sobre la brusquedad y las descargas intempestivas de carácter de que es capaz la persona. Expresa una defensa ambiental, ya sea por recelo, testarudez, inadaptación o imposición y afán dominador; Pero también puede darse en artistas de creación atrevida.

El llamado “golpe de sable” que se da como rasgo en jambas y en barras de “t”, manifiesta a la persona vehemente, irritable, intransigente, de carácter dominante y agresivo; pero también, podemos hablar de dinamismo, carácter emprendedor y audaz, muy típico en grafismos de militares.
Los óvalos dibujados de forma que se observa un pico (un ángulo) en su recorrido circular determina la agresividad contenida y el desagrado hacía a alguna área de su vida.

Si el óvalo está pinchado con el trazo final que regresa hacía el interior,  muestra la tendencia del sujeto a mortificarse.

En la barra de las “t”, dejamos constancia de nuestra capacidad de trabajo y nuestra constancia, pero también de nuestra testarudez desorbitada y la agresividad que somos capaces de mostrar a los demás, lo que imponemos a los otros.

En los signos de puntuación también puede observarse la ocultación de determinadas cuestiones que, normalmente, no haremos consciente. Por ejemplo, el exceso del uso de “puntos suspensivos”, según el Análisis Transaccional, indica una inconsciente pero profunda animadversión hacía la madre.

Cuidado, no estamos hablando de quienes utilizan los puntos suspensivos de manera ocasional o debido a la exigencia literaria, sino de aquellos que lo hacen presente cada pocas líneas escritas y varias veces en el mismo texto.

Aquí los puntos suspensivos actúan como  una modalidad del “etcétera”. Es algo que se calla pero que se quiere dar por entendido; es un simbolismo inconsciente que expresa un sentimiento frustrado donde lo que en realidad se quisiera conseguir es anular el esquema, la figura, el concepto de la madre.
Los puntos suspensivos dejan un espacio en el que, si bien no está vacío, no se puede expresar con palabras.

Encarna Pino Martin


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