martes, 3 de septiembre de 2013

“El Simbolismo de la Escritura” por Max Pulver




Capítulo II.- EL SIMBOLISMO DEL CAMPO GRAFICO


Medida realmente, la escritura penetra muy poco en la tercera dimensión. El asiento de tinta o de grafito tiene un espesor pequeñísimo, aun con el uso enérgico del material de escribir. Prácticamente, la escritura puede considerarse como en un plano. A pesar de esto, la colocamos instintivamente en el espacio. Al hablar del espacio gráfico no se trata de un término utilizado por comodidad, ni de una expresión intelectual, sino de un hecho inmediato que nace si vivimos la escritura. Hablamos de una escritura recta, oblicua, echada, etc. En nuestra mente el grafismo se sale del papel como un cuerpo, creando un espacio alrededor de sí. En este sentido, la consideramos como perteneciente al espacio, es decir, la sentimos espacial. Frente a las escrituras europeas, de las que nos ocuparemos exclusivamente, surge en nosotros esta idea de espacio automáticamente. También corresponde a una idea inmediata la expresión frecuente de cuerpo de una palabra o cuerpo de una carta (en oposición a las señas escritas en el sobre, que representan la vestidura exterior), de igual modo que la idea del espacio va unida con la posición de la escritura.

Este sentimiento de espacio que llevamos dentro de nosotros es quizá el original y del cual ha nacido más tarde el de tridimensionalidad exterior.

Se crea, pues, el primer símbolo intuitivo que todavía no es de orden intelectual. En la originalidad del concepto mítico hay un esquema de la concepción del mundo que hemos elaborado mucho más tarde. Como punto de partida para orientarnos nos serviremos aquí de una línea real o ideal. Representa el límite entre arriba y abajo, el horizonte, la separación entre día y noche. El concepto espontáneo de arriba es: el cielo, el sol, el día, fuerzas espirituales, la luz. Debajo de esta línea está el reino, contrario al lúcido: noche, oscuridad, abismo, profundidad.

Es imposible sentir de modo distinto; la oración, el deseo de fertilidad espiritual, cada entrega y elevación a las potencias del bien va en la dirección ascendente de la fe. Aunque haya precedido una época en que la humanidad tenía proyecciones de valor contrarias, nada nos prueba esto contra la dirección del lenguaje mímico de hoy día. También puede uno dirigir su oración hacia el abismo por temor y por encontrarse enlazado con la profundidad, o porque esta dependencia de la luna y de la noche parezca más peligrosa (por temerla más) que el suave fulgor del reino de 1a luz. Los adoradores del demonio más bien prueban la existencia del cielo, y su mímica contraria no suprime el gesto hacia arriba.

Las escrituras de nuestra Era, con certeza desde el principio de la Edad Media, e incluso las de la antigüedad clásica, se encuentran bajo el orden de esta ley de expresión del bien y del mal, del cielo e infierno, de luz y sombra. Antes de entrar más detenidamente en esta distribución primitiva con sus diferentes sentidos hemos de mencionar otro hecho: el significado de izquierda y derecha.

También aquí parto de la base de cómo se siente esta alternativa de dirección en nuestra época y omito orientaciones históricas tempranas, a veces contrarias. Desde el punto del yo, sin extensión ni dirección, indicado en el esquema de proyección (fig. 1) por el cruce de los ejes vertical y horizontal, corre la escritura como movimiento total hacia la derecha. Es decir, para los europeos, que escribimos con la mano derecha, la escritura normal es la que se dirige hacia la derecha del eje central del cuerpo. (A esto corresponde por simetría, ante un espejo, un movimiento normal de derecha a izquierda con la mano izquierda.)

En este movimiento de apartarse del cuerpo se encuentra por antonomasia el esquema de la exteriorización: es un gestó en forma de arco que se aparta del centro del cuerpo en la región del epigastrio, tal como se ejecuta estando sentado en los primeros ensayos para escribir.

El camino gráfico considerado en general, simboliza en su dirección hacia la meta (no obstante las curvas dirigidas hacia la izquierda) la exteriorización y la extraversión. Su comunicación se mueve del yo al tú; la vía gráfica es el puente que se construye desde el momento actual del yo hasta un tiempo posterior, es decir, el futuro. Todos los impulsos de movimiento que contiene la escritura están comprendidos entre los trazos fundamentales centrípetos, entre las curvas que llevan en sus partes sinistrógiras el ímpetu para continuar hacia la derecha y en el perfil hacia arriba y derecha o más raramente hacia la derecha, en dirección paralela a la línea de la escritura.  A pesar de las numerosas variaciones que aparecen en diversas partes, es fundamental su carácter progresivo. A la derecha del punto del yo se encuentra aquel a quien se dirige la comunicación, el tú, los demás; también se encuentra el mundo exterior como meta de mis impulsos de extraversión, además lo que an­helo, la intención, lo deseado. Este movimiento indica, en resumen, sencillamente el acto intencional (es decir, el acto psíquico‑espiritual por el que se apetece, se opina y se hace intención). Simultáneamente, y esto sirve de ejemplo para entender la multi­plicidad de capas que contienen las exteriorizaciones gráficas, la realización se expresa del mismo modo. A la derecha también se encuentra el futuro: los esfuerzos de la voluntad se di­rigen hacia la derecha, así como los éxitos que nos figuramos.

El lugar donde se encuentra la pluma al escribir es el punto actual del yo que transcurre en el tiempo. El camino recorrido simboliza mi pasado individual; el sentimiento del yo se formó, en cierto modo, de lo que he vivido; el yo, en este sentido, está integrado por todo lo que me ha acontecido el yo se lanza vacilante o violento, temeroso o atrevido por el transcurrir del tiempo hacia el futuro, dejando atrás el presente como pasado.

En la base del simbolismo del tiempo se encuentra unido otro factor: pasado‑presente‑futuro se relaciona, psicológicamente ha­blando, con la bipolaridad madre‑padre. En el simbolismo del tiempo, con su decurso izquierda‑derecha, se registra el camino del desarrollo; venimos de la madre nos dirigimos hacia el pa­dre, de las ataduras físicas nos dirigimos hacia la libertad y el poder. Para la vivencia simbólica son sinónimos madre, pasado, origen, de la misma manera que lo son padre, futuro y conclu­sión.

Según esto, todos los rasgos ensanchados hacia la izquierda están en relación con el mundo materno, y todos los ensanchados hacia la derecha con el paterno (Ya en el libro antiguo chino El libro de las transformaciones la paralela ejecutada de izquierda a derecha significaba la expresión de lo paterno-creador). No se debe confundir el hecho biológico de que los padres forman el pasado en relación con el niño con el simbolismo que indica los puntos de orientación para una nueva línea individual de desarrollo. Queda reservado a la investigación analítica sacar provecho de este contraste, especialmente respecto a los trastornos en la vida de los impulsos.

Para nuestra distribución del espacio gráfico han resultado hasta ahora dos direcciones manifiestas que están representadas por dos ejes perpendiculares: arriba‑abajo e izquierda‑derecha

 Además de la división de la masa gráfica en un mundo superior y otro inferior por medio de una línea horizontal real o ideal, cabe otra división por el punto del yo, que avanza por el eje de izquierda a derecha, y que complementa la noción del espacio y del tiempo. Aparece imperceptiblemente, como base fundamental de la consideración gráfica, la división ternaria espíritu, alma, cuerpo. Los tres grados de tipos de letras que se aceptan (exceptuando los grados intermedios de los modelos angloamericanos) facilitan su división: la altura de las letras pequeñas, que llamaremos en adelante de i, constituye la referencia normal en grafología. Internacionalmente se toma como medida para esta tres milímetros. Lo que sobresale más allá de altura de i se considera como prolongación superior, y lo que baja de la misma manera lo designaremos como prolongación inferior. La extensión de las letras pequeñas ocupa la altura de i; las prolongaciones superiores forman, junto con las letra de i, la prolongación media (en el esquema l); la prolongación infe­rior necesita igualmente la extensión de las letras pequeñas y forma también una prolongación media (en el esquema g).

       El desarrollo pleno, en cuanto a altura y profundidad, lo po­seen únicamente las prolongaciones largas (en el esquema f). La división ternaria de nuestros sistemas europeos de letras corres­ponde, pues, a una división ternaria de las zonas grafológicas. La extensión hacia arriba o hacia abajo, al escribir con una velocidad normal, es una consecuencia de la viveza de nuestros movimientos gráficos; de modo que las prolongaciones superiores que se elevan mucho no nos indican un hombre espiritual, sino­ tan sólo al que posee interés o desenvolvimiento espiritual o intelectual, y también al orgulloso de su yo. Puede existir un contraste muy grande de valores entre la dirección del interés y su cualidad inmanente. Una persona puede carecer de capacidad espiritual y esforzarse al mismo tiempo en alcanzar los objetos más elevados u ocuparse de ellos.

Otro tanto puede decirse de las prolongaciones inferiores que descienden mucho; tampoco aquí queda determinado el sentido comercial claramente por la dependencia y el interés hacia él. No todo el que se sumerge en el mundo material es por esto un materialista. En ambos casos obtenemos únicamente indicaciones sobre la intensidad de determinados impulsos, a partir de movimientos que no se encuentran en relación exacta con el contenido esencial de la individualidad que escribe; se trata, pues, de una indicación de la dirección y no de una medida del valor o del modo íntimo de ser; en otras palabras, contenido y materia se registran de este modo sin decir nada concreto en cuanto a su transformación.

EL SENTIDO MÚLTIPLE DE LOS SIGNIFICADOS

Antes de explicar el esquema de los símbolos gráficos vamos á dar una aclaración preliminar acerca de ellos. Lo simbólico admite de por sí diversos significados, por componerse de varias capas. Al contrario que en un concepto establecido por definición, permanece en lo simbólico un factor intuitivo; las raíces que unen lo simbólico con lo vivo, y que se alimentan en lo vivo, no serán jamás cortadas por el grado simbólico de la conciencia. Un acto sencillo un mero gesto, expresa a veces, para quien tiene intuición, una vida entera. Todo lo que produce la fuerza de la naturaleza en una persona emocionada y conmovida, lo que en un gran actor da fuerza a su arte, es decir, la plenitud vivida que resume en un gesto o en una mirada un destino entero, lo percibe un espíritu intuitivo con toda la claridad con que fue producido.

Cada exteriorización contiene varios significados relacionados con el sentido principal. Así en la exteriorización oral se encuentran simultáneamente en el timbre de la voz, al lado del sentido que se desea dar a la comunicación, las razones afectivas que condujeron a ella, y también, a menudo, una interpretación objetiva múltiple, o un sentido que contradice el contenido, o que, por lo menos, no coincide con el fondo verdadero. Por esto una palabra textual puede adoptar tantos sentidos como partidos haya interesados en su interpretación.

Si analizamos el material gráfico en cuanto a su expresión gráfica, considerando únicamente el contenido, se encuentra un escrito pobre, aunque añadamos a la comunicación real la forma de estilo. Por esta razón, el texto, como conjunto, tiene poca importancia para un grafólogo. exceptuando las equivocaciones, las palabras que destacan del ritmo individual y los casos en que hay sospecha de trastornos mentales, en cuyo caso también el contenido resulta de interés. La fluctuación general de la expresión gráfica supera en mucho a las diferencias lingüísticas y posibilidades de comunicarse exactamente en el hombre corriente. En verdad, no sabe lo que hace cuando escribe.

Ahora podemos completar la conclusión del primer capítulo, donde dijimos que escribir conscientemente es dibujar inconscientemente, haciendo afirmaciones sobre el contenido de este dibujo inconsciente. El que escribe confecciona su autorretrato. El mismo desconoce casi por completo sus medios auxiliares. Lo realiza sin perturbación alguna por parte de las limitaciones de la conciencia. Este arte en el hombre pasa inadvertido, por lo que está fuera de los ataques de la voluntad. El factor creador es aquí la especie mucho más que el individuo.

Esta reflexión nos lleva a profundizar en el término expresión y a quitarle su subjetividad. Ciertamente, en cada gesto y exteriorización tenemos una cantidad de momentos individuales de su autor. Por ejemplo, la forma particular de llevarse uno la taza a la boca, de reclinarse, de andar o estar de pie, la modulación que se da a la voz, etc., representan una primera capa de experiencia fisiognómica en la que se encuentra una variedad interminable. La más simple reflexión conduce a entrever el inmenso problema que se esconde en este campo. Se nos presenta una riqueza enorme de exteriorizaciones inmediatas, que la reflexión confirma como percepción de exteriorizaciones psíquicas ajenas. Estas comunicaciones de otros seres las comprendemos espontáneamente, tanto filogenética como ontogenéticamente, mucho antes de desarrollarse en nosotros un aparato lógico y maduro de recepción. Tales experiencias no son, como afirma el prejuicio racionalizador, asunto del sentimiento, sino de la complejidad de los actos espontáneos, cuyo análisis pasamos aquí por alto. Es cierto que estas percepciones y experiencias primitivas constituyen un bien común a todos los seres. Mientras el animal persevera en ellas, el hombre se desliga por medio de la reflexión. Para tenerlas basta la conciencia, pero para producirlas es necesaria la conciencia de sí mismo.

No hay razón para dudar de la verdadera validez de este material de experiencia empleado en cualquier momento. Pero ya aquí entra con demasiada facilidad un primer prejuicio del intelectos que pretende racionalizarlo todo; los fenómenos de expresión son para él mero asunto individual; semejante reflexión procede de concebirlo como formado de una sola capa, olvidando por completo el carácter simbólico. Mi comportamiento no sólo habla en el sentido de decir algo de mí, mi gesto puede valer como un autorretrato comprimido, pero en mi autorretrato fluyen tanto las fuerzas formadoras de mis antepasados como las adquisiciones debidas a la educación e influencia de mi ambiente.

La exteriorización de la más pequeña expresión contiene, pues, elementos que van más allá del carácter subjetivo‑personal. Mi yo, cuyo engreimiento le simula demasiado fácilmente una autarquía autónoma que en realidad no existe, es en su esencia historia, es decir, añadiduras impuestas por la vida, y no tanto un producto que nos fabricamos voluntaria y arbitrariamente; por esto están teñidas sus exteriorizaciones tan sólo por las intenciones y los fines conscientes, pero no se encuentra estructurada de modo definitivo.

Expresándonos en forma cuantitativa, y por esto necesariamente en términos ásperos, diremos que las cuatro quintas partes del ser humano quedan, por lo general, inconscientes. La voluntad no extiende, por lo tanto, su influencia en la mayor parte del ser. Las formas de expresión están, por de pronto, condicionadas más bien colectivamente, y este carácter no lo pierden cuando, por el desarrollo progresivo de la personalidad, se realiza la matización individual de las mismas. También el decurso de la vida individual se substrae ampliamente al albedrío subjetivo. Las leyes biológicas penetran profundamente en el dominio psíquico y espiritual, aunque pierdan su carácter cuantitativo y no se puedan expresar por medio de una fórmula matemática.

El pensamiento y presentimiento del hado siempre ha tenido importancia en la disposición de ánimo. Ya antes de abandonar el seno materno se encuentra el hombre envuelto de determinaciones colectivas.

Si la componente preponderante de toda exteriorización no fuera un bien común, seríamos incapaces de comprender la variación individual, que solo es posible a base de una amplia identificación de mi yo con el otro. Yo vivo simultáneamente con el otro, pero no más allá del límite donde empiezo a presentirle. En general, y aplicándolo a nuestro caso del movimiento gráfico, cuando empieza el momento individual con cada variación del modelo escolar, es decir, cuando una desviación del esquema es consecuencia y expresión de la personalidad del escritor, no hemos de sacar la conclusión precipitada de atribuir sin más tales desviaciones al carácter íntimo del que escribe.

La edad, el estado de salud, el ambiente, la profesión, etcétera, constituyen más bien condiciones colectivas de expresión que se han de distinguir de las puramente personales.

Entre las variaciones de configuración basadas en la colectividad y las individuales ocupan la posición media los fenómenos de expresión que se reducen a la constitución de su autor. El tipo vital escribe, ciertamente, de modo distinto que el motor, y éste que el nervioso. Es claro que en la práctica son decisivas las mezclas.

Nuestro método se esfuerza en retener en forma de tipología únicamente lo característico individual, como en el sentido de 'Kretschmer, por ejemplo, es decir, que la escritura significa paró nosotros una proyección de la constitución individual completa, con otras palabras, expresa los rasgos característicos físicos y psíquicos y no tan solo lo esencial de la personalidad en cuanto a su contenido unilateral caracterológico‑moral.

El sentido de los movimientos de expresión tiene varias capas, debido, por de pronto, a la circunstancia de que la individualidad humana se compone también de diferentes capas, de modo que la pirámide de la personalidad ético‑individual se eleva sobre el fondo primordial de las condiciones colectivas y de los tipos constitucionales basados en la herencia.

Si queremos llegar en caracterología a resultados utilizables hemos de ampliar el concepto del carácter añadiendo una doctrina acerca de la personalidad.

También la definición de Kretschmer (en su Psicología Médica), al establecer que "el carácter es la personalidad completa vista por el lado del sentimiento y la voluntad" es demasiado estrecha, como él mismo afirma.

La personalidad total, que está en alguna relación exterior con el cuerpo, no es exclusivamente espiritual y psíquica, sino que se forma de numerosísimos procesos, desde las influencias germinales intrauterinas hasta las implantaciones morales de la educación.

El más insignificante malestar, por ejemplo, un constipado, dolores en un pie o en los ojos, etc., o un cambio crónico poco importante, como descenso del hueso medio del pie o finalmente un defecto de belleza (la calvicie, por ejemplo) modifican el sentimiento del yo tan considerablemente que se puede hacer visible en el grafismo: quiere decir que no sólo los rasgos esenciales psíquicos y espirituales cambian el gesto gráfico sino también los procesos fisiológicos.

Las alteraciones y deformaciones gráficas causadas por lo físico y nervioso nos conducen a otro plano de cambios de expresión que se cruza, pero no coincide, con el que antes mencionamos. Suponen también lo colectivo, pero individualmente son consideradas y transformadas tan diferentemente que constituyen un grupo aparte. El sistema de sus capas y significados múltiples se ha de separar de los signos filogenéticos y ontogenéticos.

En la explicación de este hecho nos limitamos a la escritura.

Así, el principio de una palabra indica el comienzo de un período, y su final, la conclusión; escribir una palabra indica el camino realizado, el tiempo que duró la exteriorización con sus modificaciones (cohibido, no cohibido, precipitado, interrumpido. etcétera).

El sentido más sencillo de una palabra escrita es el de la exteriorización (gráfica). De un modo especial escribimos del yo al tú.

El principio de la palabra simboliza el sentimiento del valor propio visible en sus diversas modificaciones (grande, pequeño, exagerado, tímido, ambicioso o equilibrado, etc.). Exteriorizarme significa comunicarme a los demás.

Entra después en consideración el camino que lleva la comunicación en general. Exteriorizarse supone un interior.

El espacio recorrido desde el principio de la palabra hasta el final indica la vía de extraversión, su forma y su modo. (Introversión y extraversión son correlativos necesarios: en sus límites se encuentra el mutismo gráfico, por un lado, y los garrapatos, por otro).

Hemos ilustrado el significado múltiple en un hecho sencillo. Según esto, escribir es simbólico para la exteriorización.

En segundo lugar contiene la ley de dirección del yo al tu. De modo que hemos de concebirlo como exteriorización de mi interior.

Este apilamiento de capas múltiples se encuentra ya analíticamente en la esencia de la exteriorización. Al descomponer este hecho resultan algunas graduaciones de los conceptos de extraversión, que estaban indiferenciados al principio. El contacto con el mundo exterior, con el otro, o los otros, la palabra exteriorizada y la manera como se pronuncia (afable, o seco, precipitada o prudentemente) se prestan a distinciones demasiado profundas, sucediendo lo mismo con todos los modos de afirmaciones reprimidas.

También cualquier rasgo gráfico simboliza el desarrollo de la palabra completa (es decir, en él ya se puede ver algo).

En el final de una palabra está presente el sentido de mi comportamiento actual, es decir, se manifiesta una serie de cualidades adquiridas, de índole sociológica, en cuanto a la adaptación al ambiente.

La valoración de la expresión en los trazos finales se lograría con la pregunta: ¿Cómo me conduzco, con mi experiencia de la vida, con los demás, y en el contacto con el mundo exterior?

Pero estos indicios se componen de varias capas. La causa de estas capas múltiples puede consistir en peculiaridades corporales, en modificaciones del estado de salud, en arbitrariedades (es decir, cambios accesibles a la voluntad), o en particularidades espontáneas psíquicamente inconscientes.

Cuáles y cuántos significados son unívocamente determinables depende; objetivamente hablando, de la clase de material, y subjetivamente de la cultura y clarividencia del analista de la escritura.

Según lo que nos interese conocer será suficiente el descubrimiento de una serie determinada (por ejemplo, en cuestiones de inteligencia, de aptitud, de confianza, en el enjuiciamiento de empleados, o en constar una enfermedad).

Un juicio real y amplio solo se puede elaborar, por la complejidad de la naturaleza humana, con cierta aproximación, e incluso en casos extraordinarios resulta imposible. Según las reflexiones preliminares establecimos el esquema siguiente: la proyección del simbolismo general del espacio, aplicada al campo gráfico. Repito que, en lo siguiente, no se trata todavía de una determinación de valor, sino de una determinación topográfica, es decir, de una determinación esquemática del lugar de las diversas zonas de conciencia.

Las suposiciones hechas colectivamente, según las cuales la exteriorización gráfica resulta general, y apercibidamente una localización, constituyen, por decirlo así, el a priori de nuestro método gráfico y de la expresión gráfica en general, que hace comprensible todo lo que sigue.

Hemos hecho una doble división, cada una de ellas dividida, a su vez, en tres subdivisiones, que sólo sirve para fines esquemáticos: en la realidad, estos tres momentos se compenetran


La proyección general del simbolismo del espacio aplicada al campo gráfico.

i-              Altura o prolongación baja = Unidad de medida del campo gráfico.
S = Zona superior.
I  = Zona inferior.
C = Centro entre.
i (i) Las relaciones con el Yo y el pasado de la esfera sensible, introversión.
i (d) Las relaciones con el Tú y el futuro (meta) de la esfera sensible, extraversión.
i (i) Lo pasado, lo suprimido, lo olvidado, lo prohibido.
i (d) El futuro, lo apetecido, lo disponible.

División doble tripartita de las zonas

I.              El grupo de significados según la forma de la conciencia.
a)     o-i: Conciencia superindividual, forma o estructura de la intelectualidad.
b)    I-Su altura: Conciencia individual actual, esfera empírica del Yo. El límite: una línea real o ideada simboliza el límite de la conciencia.
c)     I-Zona: Subconsciencia, se encuentra más profunda en el inconsciente.
II.             El grupo de significados según el contenido de la conciencia.
a)     o-i: Zona intelectual, espiritual, ético-religiosa, sentimientos espirituales
b)    i-Altura: Sensibilidad, altruismo-egoísmo, vida interior consciente, sentimientos actuales.
c)     I-Zona: Lo material, lo físico, lo erótico-sexual, producción de símbolos colectivos, sueños y estados afines.




1 comentario: